Capítulo 04

El sonido del viejo reloj de pared penetraba el silencio, haciendo que Iris se diera cuenta de lo lento que parecía pasar el tiempo, y el rostro de la divina belleza se tornaba feo.

– Te recomendé que te fueras.

Dijo Iris mientras observaba a la dama hervir de rabia. Pero, al mismo tiempo, sentía curiosidad. A juzgar por la forma en que hablaba y actuaba, parecía una persona importante. Y la forma en la que se sentaba  en la silla era tan perfecta como la de alguien en un retrato. Iris podía ver que la habían entrenado para sentarse así. Probablemente una noble, supuso.

Iris recordó a su media hermana, a quien recordaba vagamente. En ese momento, había sentido envidia de su hermana menor, pero al pensar en ello ahora, se dio cuenta de que ella también había tenido sus problemas. Siendo una joven y única niña, el Conde había educado a su hermana para que estuviera completamente preparada para casarse con un hombre en cualquier momento cuando fuera mayor de edad. En esta sociedad, casar a tu hija significaba mucho. Podías enviarla con un compañero y pedirle una tregua al enemigo, o simplemente enviarla para presumir. Iris se preguntó cuál había sido su destino.

Cuando el reloj marcó con fuerza las seis en punto, la mujer no pudo contenerse más, se levantó de un salto y preguntó con firmeza:

–¿Tu maestro no te dijo cuándo volvería?

Iris inclinó la cabeza cortésmente.

–No me dijo nada.

—¿Por qué está fuera en un día como hoy?

Espetó enfadada.

Parecía que estaba a punto de golpear a Iris y se estremeció automáticamente, respondiendo dócilmente:

—No lo sé.

La mujer se mordió los labios color cereza y agitó el puño de forma amenazante, pero de repente se dio la vuelta y gritó:

–¡Qué maga tan inútil!

¡Por fin se va! ¡Mis piernas me están matando! Cuando Iris estaba a punto de suspirar de alivio, la mujer la miró con una mirada aterradora.

–¡Tú!

—¿Sí?

La mujer estaba visiblemente desconcertada cuando Iris respondió con los ojos bien abiertos.

La mujer miró a Iris con los ojos entrecerrados, escrutando su rostro, que le parecía familiar y sospechoso. Iris inclinó la cabeza con más obediencia y miró a la mujer con solo los ojos levantados. Para ser una maga, la mujer resopló con una actitud excesivamente servil.

—¡De ninguna manera!

Tenía razón en dudarlo. Iris bajó la mirada y la mujer salió por la puerta. Parecía un hada, aunque pisaba fuerte de ira. Como era de esperar, las personas la tenían fácil si nacían bonitas. La puerta se abrió e Iris se quedó asombrada por el efecto de su apariencia.

Iris vio hombres vestidos de civil pero con aspecto de soldados. Tan pronto como los hombres vieron a la mujer, se inclinaron con respeto y ella extendió la mano de manera natural. Entonces, un hombre la escoltó y subió al carruaje. El carruaje desapareció y ella se fue sin decir nada. Iris se rascó la cabeza mientras miraba el carruaje alejarse.

Era bastante raro tener un rostro tan bonito en una familia real. Los miembros de la realeza generalmente daban la impresión de que podían salir adelante en la vida, a diferencia de los adictos al juego y los alcohólicos, cuyos rostros mostraban que transitaban la vida con dificultad.

Iris rara vez había visto a nobles, y mucho menos a la realeza. Siendo la mejor discípula de Elaine, el gran mago, debería haber visto a muchos miembros de la realeza y nobles, pero el apodo de Iris era Iris Elaine «la ermitaña» porque no le gustaba conocer gente.

***

Iris  tenía veintitrés años cuando Elaine se dio cuenta de los problemas de su aprendiz. Ella era un genio y tenía libertad en la Torre Mágica. Iris era tan competente que él no notó ningún problema con su aprendiz. Estaba tan orgulloso de su mejor estudiante que nunca soñó que ella tendría un problema. El solo pensó que ella quería mostrar su excentricidad y talento cuando envió una muñeca viviente, en lugar de ella, a conocer gente.

El problema surgió cuando Iris cumplió veintitrés años. La vacante de mago real se convirtió en una oportunidad para Iris. Era una tarea difícil para una joven de veintitrés años. Elaine sabía que aceptaría el puesto, pero lo rechazó con propiedad y la maestra se enfrentó por primera vez al problema de su discípula.

  —¿Por qué te negaste? 

Preguntó Elaine.

Después de pensarlo durante tres días, Iris respondió a su pregunta diciendo simplemente: 

–Tengo que salir de la Torre Mágica y encontrarme con gente, así que ya no podré quedarme contigo.

Después de pensarlo mucho, Elaine le entregó su taller a Iris, pero ella de repente se negó, diciendo que no se iría de la Torre Mágica ni del lado de su maestro.

—No me enoja que te hayas negado a servir como hechicera real, Iris. Pero tienes razón, no puedes quedarte conmigo para siempre. Un ser humano es un ser independiente y debe valerse por sí mismo en algún momento. Y tienes que interactuar con los demás. Tienes que aprender eso.

Iris lloró y se aferró a su maestro ese día. Pero él se mantuvo firme.

–Te quiero, Iris. Pero como responsable de tu educación, debo criarte cómo una persona independiente. Mi mejor amiga, mi compañera más perfecta, mis sentimientos por enviarte lejos también me están destrozando. Pero tengo una obligación. Es mi deber hacer que tu vida sea tan saludable como tu cuerpo.

Por eso Iris había montado un taller que podía costear. Su sustento provenía de aceptar las peticiones de sus clientes enviadas desde la torre, y las habilidades sociales de Iris mejoraron.

***

Cuando Iris salió de la casa, Sammy, de la frutería de al lado, le habló:

–Hola, Iris. ¿No necesitas fruta hoy?

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