Capítulo 06.

Iris se sintió desorientada mientras se incorporaba y trataba de ordenar sus pensamientos. ¿Qué le había pasado? Recordó que la habían  arrastrado a un carruaje, que casi la matan, que luego había provocado un terremoto y el carruaje había caído al agua, pero ¿qué sucedió después? Sentía como si hubiese un río en su cabeza. Estaba mareada, le dolía la cabeza, tenía frío y náuseas al mismo tiempo.

–¿Dónde estás, Leiden?

Llamó Iris a su primer elfo doméstico.

—Su Alteza,

Respondió.

—Su Alteza, estoy seguro de que hay una buena razón para esto.

La puerta se abrió de golpe con un fuerte estruendo. Iris levantó la vista sobresaltada y se sorprendió aún más al ver por primera vez la elegante puerta de madera finamente tallada. Solo entonces se dio cuenta de que estaba en un lugar completamente desconocido.

¿Dónde estaba? Esta no era su habitación. Era una habitación espaciosa, colorida y decorada con buen gusto e innumerables flores bordadas de colores brillantes que adornaban las paredes como si estuviera sentada en una floristería.

¿De quién era esa habitación? Se  preguntaba Iris cuando apareció un hombre.

De inmediato notó su cabello rojo fuego, que era impresionante. Era muy alto y tenía un cuerpo sólido y musculoso. Podía sentir la magia en la sangre del hombre. “Tiene mucha magia”, pensó.  Pero no parecía estar manejando el maná correctamente. Si hubiera sabido cómo manejarlo, no podría haberlo dejado dispersarse de esa manera.

Mirando al hombre que caminaba hacia ella, Iris pensó que era una lástima, si hubiera aprendido magia, podría haberla usado bien.

La enorme mano del hombre abofeteó a Iris sin piedad en la cara. Su cuerpo se desplomó de costado por el fuerte golpe.

—¡Pensé que estabas loca!

El hombre estaba tan enojado que parecía haber perdido el control de sus emociones. Con una voz más aterradora, continuó:

–Creo que subestimé lo loca que estás ahora. Te estás volviendo loca por ir a buscar a Iris Elaine y matarla. Ella es una Elaine. Ella es la única discípula a la que Elaine le dio el castillo tan pronto como la conoció, ¿sabes? ¡Es casi la jefa del mago del palacio! ¿Sabes lo difícil que se pondrá todo cuando Elaine se entere de esto?

Iris miró fijamente al hombre que se desbocaba, diciendo que casarse con una mujer como ella era el mayor error que había cometido en su vida. Pero Iris no tenía marido y nunca había visto a ese hombre antes. No podía entender por qué la había arrastrado a un lugar lujoso que no conocía, luego la había abofeteado y se había enfadado. El hombre se calló de repente e Iris se sentó donde se había desplomado, sin atreverse a decir una palabra. No pasó mucho tiempo antes de que él girara la cabeza de manera extraña.

—Médico del palacio.

dijo entre dientes.

El médico del palacio respondió a su llamada con cuidado:

—Sí, su Alteza.

–¿Qué le pasa a esta mujer?

Exigió saber.

Iris parpadeó, sintiendo sus mejillas hinchadas. El hombre que dijo que casarse con ella fue el mayor error de su vida era un hombre asombrosamente guapo. Según la “Clasificación de impresiones” de Elaine, es el rostro que será el ganador de la vida. Por un lado, es decadente y, por otro, un hombre atractivo que es tan imponente como el personaje principal de un cuento. Estaba cruzado de brazos, mirando a Iris con una mirada aguda y cortante, y pidiendo una respuesta al médico de palacio. El médico de palacio al lado del hombre respondió en un tono obsequioso.

–Debe haber quedado conmocionada por el frío del río de principios de primavera.

–¿Estás hablando de esa mujer salvaje?

Iris miró el rostro del hombre que la insultaba. No lo conocía en absoluto. No había forma de que no recordara un rostro tan asombroso. Nunca había visto a un hombre tan perfecto.

“Maestro, te sorprenderás si ves su cara. Esta cara es tan perfecta. Pero ¿por qué este hombre de cara perfecta dice que soy su esposa y que me odia?”

Iris intentó abrir la boca y el hombre levantó la barbilla.

—¿Qué más intentas hacer ahora?”

Gruñó.

—¿Cuántas veces vas a desacreditarme con tus estúpidas palabras?”

–¿Quién demonios eres?

Preguntó ella, completamente confundida. De repente, la puerta se abrió de golpe y entró un hombre de rostro pálido.

–Su Alteza, Elaine, el Gran Mago, ha llegado.

El hombre se abalanzó por el pasillo, sujetando a Iris por la muñeca.

–¡Suéltame, me duele!

Gritó ella con agonía. Iris intentó en vano liberar su muñeca del fuerte agarre del hombre.

—Tú empezaste esto, así que por supuesto tienes que encargarte de ello

Respondió con voz fría.

–¡Estoy caminando, así que déjame ir!

–No seas ridícula. O planeas huir o intentas hacer algo. Pero nunca podrás escaparte.

¿Hablaban de su maestro, Elaine? Iris no podía entender la situación actual y frunció el ceño mientras la arrastraban bruscamente. Fue lamentable que no pudiera aumentar su maná correctamente porque le dolía la cabeza. ¡Si no fuera por caer al río, habría dejado la cara embarrada de este hombre impresionantemente guapo!

¿Por qué no funciona el hechizo? Iris frunció el ceño y giró la cabeza, visualizando el rostro reflejado en las columnas de mármol inmaculado del pasillo.

La “ganadora de la vida” se dirigía a algún lugar, arrastrando el “rostro de la vida al infierno”. Miraba con cara de  sorpresa los ojos que se reflejaban en ella. Se quedaba sin palabras cada vez que pasaba por una columna y veía ese rostro: cabello rubio, ondulado, aspecto brillante y la composición de rasgos que sin duda destruirían la vida.

La mujer que la había abofeteado, la mujer que había intentado matarla, seguía mirándola con deslumbrantes ojos azules abiertos de par en par…

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