Capítulo 3

Maxi corrió hacia Anette, que estaba mirando al gato con ojos llorosos. La chica arcqueo una ceja marrón oscura hacia Maxi.

—¿Esto es para el experimento de hoy?

—¡N-no! Él es mío.

Horrorizada, Maxi rápidamente tomó a Roy en sus brazos.

El rostro redondo de Anette se arrugó y frunció el ceño.

Ahora, escúchame Max. Incluso si los magos mayores están demasiado ocupados con sus exámenes para avanzar de año como para supervisar el taller, eso no es una invitación abierta para traer a tu mascota.

—Po-por favor, déjalo quedarse aquí solo por esta vez. El pestillo de mi ventana se dañó… así que no podía dejarlo solo en mi habitación. Ya se escapó esta mañana he hizo un desastre en el taller de Mi–

—¿De Miriam?

Dijo Anette abruptamente.

Sus ojos se dirigieron nuevamente al gato y una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro hosco. Acarició la cabeza de Roy con una mano grande y callosa y soltó una carcajada.

—Estoy impresionada, Max. Que inteligente de tu parte usar a tu familiar para entrometerte con la competencia.

—¡Ro-Roy no es mi familiar! Es solo un gato común y corriente. Y-y nunca fue mi intención molestar.

—Está bien, está bien. Si tu lo dices.

Anette le guiño un ojo con complicidad antes de pasar rápidamente y alejarse con sus musculosas piernas. Maxi la siguió con la mirada, incrédula. Aunque era bien sabido que los magos eran los mejores para escuchar, los hermanos Godric estaban en otro nivel.

Con un suspiro, Maxi siguió a Anette hasta el taller comunitario. Era un espacio utilizado principalmente por los novicios de Nome Hall. En el interior, lo primero que vio fue el enorme horno que escupía llamas. Los hermanos Godric estaban ocupados arrojando carbón y leña por el conducto. Un hombre, que era bastante alto para ser de la tribu Umri, trabajaba vigorosamente con los fuelles debajo de la estructura. Junto al horno, otros cuatro novicios de baja estatura martillaban una placa de acero. Todos parecían estar trabajando en un dispositivo mágico.

Maxi se bajó la capucha para bloquear el calor sofocante y busco un rincón relativamente  tranquilo. Arrojó su bolso sobre un viejo escritorio junto a la ventana y suavemente bajó a Roy al suelo. El gato se metió debajo del escritorio y se acurruco en una bola, escapando del lugar aterrador y desconocido.

Después de acariciar el lomo del gato con una mano reconfortante, Maxi sacó los borradores de las runas mágicas que había organizado la noche anterior. Los gemelos Godric rápidamente dejaron lo que estaban haciendo y se apresuraron a su lado.

—¿Son estas las runas que presentarás en la competencia?

Dean Godric preguntó con ávido interés.

—Déjame echar un vistazo.

Dijo Alec Godric, extendiendo una mano regordeta y llena de hollín.

—Lo comprobaré por ti.

Maxi retrocedió apresuradamente.

—¡La-lávate las manos primero!

—Ah, ustedes los nobles, siempre preocupándose por las cosas más tontas.

Frunciendo los labios, Alec se secó las manos en su sucio delantal y le arrebató los borradores. Maxi gritó. Los hermanos Godric hojearon su presentación, sin parecer importarles las huellas de hollín que dejaban en los bordes del pergamino.

—La reputación de Nome Hall depende del resultado de esta competencia. Si envías hechizos endebles, me opondré a tu participación. Tenemos que poner a esos bastardos de Kabala en su lugar de una vez por todas.

—Sigues olvidandolo… pero todavía no soy un mago de Nome Hall. Actualmente también estoy aprendiendo magia de fuego en Kabala.

Los hermanos, inspeccionando las runas de Maxi con ojos grandes y brillantes, levantaron la cabeza ante su recordatorio. Alrededor del taller, los otros novicios dejaron de martillar, las chispas que salían de sus yunques se extinguieron cuando dirigieron miradas hostiles hacia ella. Todos la miraron como si ella fuera una traidora. Maxi no pudo evitar retroceder.

Compadeciéndose de ella, Alec chasqueo la lengua y dijo:

—¿Aún no te has rendido? Maximilian, no tienes ningún talento para la magia de fuego.

—Tiene razón.

Interrumpió Anette, que acababa de sacar un dispositivo de acero en forma de guiverno del horno. Hizo una abertura con el pulgar y el índice desnudos.

—Tu afinidad con la magia de fuego es prácticamente inexistente. ¿Por qué no apuntas a la magia de agua? Al menos tienes afinidad con eso, aunque sea minúscula.

—¡Mi afinidad con la magia de agua…no es minúscula!

Exlamao Maxi.

—Entonces, ¿por qué no has tomado una sola clase en Undaim este semestre?

Ella apretó los labios ante la pregunta burlona de Dean. Era obvio para todos que su afinidad con el maná se inclinaba fuertemente hacia la magia terrestre. Aunque mostró cierta aptitud para la magia de agua, era, como señaló Anette, minúscula en el mejor de los casos.

La magia de agua y de tierra eran polos opuestos. Por eso, la habían apodado “barro” mientras tomaba los cursos básicos en la torre de agua.

Anette se rio y se quitó los guantes.

—Solo déjalo, Max, Eres terriblemente inadecuada para la magia de fuego y tampoco encajas con los magos de agua. Los magos mayores ya creen que recibirás la runa de la tierra.

—Así es, ¿y no preferirías ser el “gigante de Nome Hall” a ser el “barro de Undaim”?

Dijo Alec con una sonrisa traviesa.

Sintiéndose abatida, Maxi recorrió con la mirada a los quince novicios de Nome Hall. Todos ellos eran de baja estatura, con caras redondas y cabello tupido. La mayoría de los magos de tierra que quedaban en la Torre de los Magos eran de la tribu Umri. Como descendientes de los antiguos enanos, los Umri fueron bendecidos con una fuerte afinidad con la magia de fuego y tierra, así como un excepcional talento para fundir y crear dispositivos mágicos.

Estudiar con ellos le había permitido a Maxi dominar una variedad de hechizos a buen ritmo. Sin embargo, sentía que se estaba alejando cada vez más de la maga en la que soñaba convertirse cuanto más tiempo pasaba en Nome Hall. Estrictamente hablando, los magos de tierra estaban más cerca de los artesanos que de los lanzadores de hechizos.

Maxi soltó un suspiro de abatimiento al recordar con qué facilidad la princesa Agnes había convocado las llamas. Cuando llegó por primera vez a Nornui, había soñado en convertirse en una maga de fuego como la princesa. Había estado dispuesta a hacer cualquier cosa para convertirse en una poderosa portadora de magia en la que Riftan pudiera confiar. Sin embargo, los resultados de la prueba de afinidad de mana arruinaron esas esperanzas. Al final resultó que ella era completamente incompatible con la magia de fuego.

—Los magos con afinidad a la magia de tierra generalmente tienen distintos grados de magia de fuego, pero tu, extrañamente, tienes afinidad con la magia de agua. Es una combinación peculiar.

Comentó Dean, sacudiendo la cabeza.

—Aun así, demuestras un talento excepcional con la magia de la tierra.

Intervino Alec.

—Te resulta mucho más fácil si simplemente renunciaras a la magia de fuego.

—Pero,

Replicó Maxi, luciendo descontenta.

—deseo aprender magia ofensiva. Un mago de la tierra, no importa lo talentoso que sea, solo puede ofrecer apoyo desde la retaguardia durante la batalla.

—Bueno, eso es inevitable ya que la magia de la tierra es más adecuada para hechizos defensivos por naturaleza.

Dijo Anette rotundamente, inspeccionando la pieza con forma de guiverno.

—Si quieres aprender magia ofensiva como maga de la tierra, tendrás que ascender. Puedes aprender hechizos prohibidos si te conviertes en mago en los pisos superiores.

—¡N-no quiero eso! Deseo dejar esta isla lo antes posible, pero los magos de rango alto…tienen prohibido salir de Nornui a cualquier costo.

—¿Y qué tiene eso de terrible?

Dijo Dean, encogiéndose de hombros.

—No veo porque prefieres el mundo exterior con esos monstruos corriendo libres. Y en el peor de los casos, incluso podrían enviarte a ser juzgada en el Tribunal Sagrado. Toda una vida estudiando magia dentro de Nornui suena mejor que vivir con inquisidores de herejes respirando en tu cuello.

—Esas cosas… rara vez suceden ahora. La persecución de los magos es cosa del pasado.

—Es cierto, para la gente común como tú. Pero los magos con linaje no humano como nosotros serían presa de cazadores de paganos en el momento en el que abandonáramos esta isla.

Cansada de repetir la misma discusión de siempre, Maxi exhalo un suspiro de cansancio.

—Los tiempos han cambiado. Incluso su santidad no puede enviar a los magos de la torre al Tribunal Santo sin una causa justa, y los gobernantes de cada reino no se atreven a ofender a Nornui.

Anette resoplo, pero Maxi parecía haber despertado el interés de Alec.

—¿También hay escasez de magos en tu lugar de origen?

Dijo, con los ojos brillantes de curiosidad.

—Por supuesto. Hay escasez de magos en todo el continente occidental.

Respondió Maxi.

—Los nobles terratenientes de cada reino están desesperados por tener más empleados. Y se les trata mucho mejor que antes.

De repente, pensativo, Alec se acarició la barbilla redonda.

Dijiste que eres del sur de Wedon, ¿no? ¿Quizás sabes algo sobre el señor de Anatol?

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