Capítulo 1. Grieta (1)

Se dice que una pareja casada puede hacer la vista gorda ante ciertas cosas, pero no se puede ignorar por completo al cónyuge. Pero cuando Ana miró a su marido, le resultó difícil leer sus verdaderas intenciones.

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Por supuesto, García siempre fue educado, pero no creía que eso fuese todo lo que había sobre él. Ana no lo conocía mucho, ya que nunca se había sentido decepcionada de él. Él es simplemente un buen marido, un hombre capaz, y un caballero elegante.

Quizás ella también sea una dama solemne, honorable y una buena esposa. Por otra parte, ¿puede él estar seguro de conocerla bien? Quizás él pueda.

Desde el punto de vista de Ana, ella es la típica mujer poco interesante sacada directamente de un libro de etiqueta. A diferencia de los protagonistas de la novela, que se encuentra al lado de su cama, ella carece de un punto fuerte particular, ni coraje ni valentía extrema, simplemente era demasiado cautelosa y excesivamente educada, como una rosa blanca dentro de un invernadero.

—Realmente enviado a la señora Tudor

󠀡Ana dejo de saborear el aroma del té y miró fijamente a la mujer enfrente de ella. ¿Era una vizcondesa? Si Ana recordaba correctamente, era la nuera de la familia de un conde que poseía una empresa comercial bastante grande en las colonias de Yeruam al otro lado del mar. Llevaba siete años casada. Generalmente, el rango de edad para casarse era entre 24 y 26 años. Entonces, justo como Ana, se casó bastante joven.

Ana dejó suavemente la taza de té silenciosamente como una pluma y sonrió amablemente.

—No soy una gran persona para que alguien me envidie, pero me pregunto por la razón

—Tienes a un marido tan maravilloso y amable” Esta es la primera vez que veo a un hombre que presta atención a los pasos incómodos de su esposa en un picnic.

Algunas familias nobles poderosas acababan de salir de picnic con sus cónyuges. Era la primera vez que veían flores y praderas después de mucho tiempo, por lo que se puso zapatos nuevos por capricho, pero terminó siendo una elección tonta. Aunque le dolían los pies, estuvo de acuerdo silenciosamente con los comentarios de las demás damas. Aun así, Garcia, que estaba fumando una pipa con los caballeros un poco más lejos, de repente se acercó y rodeó los hombros de Ana con sus brazos.

—Tus pies se sienten incómodos.

A pesar de estar ocultos a la vista por su falda, Ana jugueteo con su pie ligeramente hinchado debajo de la mesa, sintiendo una leve sensación de vergüenza injustificada. Era consciente de la mirada penetrante de su marido y de las miradas de quienes la rodeaban.

A pesar de la certera observación de la vizcondesa, que provocó miradas de expresiones de los demás, Ana no tenía ningún deseo de alardear de su marido o fingir humildad, dándole exagerada importancia a sus acciones. En cambio, ella simplemente sonrió. Sin embargo, la mezcla de comentarios elogiosos y envidiosos de los demás no habían terminado todavía.

—En una época donde las prostitutas de alta categoría van y vienen de los salones, es difícil encontrar alguien que sea tan amable y leal.

—Así es. Él se porta bien y es inocente.

—Siempre acompaña personalmente a su esposa cuando salen. Además, ¡es guapo y está a la moda! ¡También es muy agradable escuchar su voz! Estoy realmente celosa.

—Nunca le he visto poner un pie en la calle de las Flores Rojas (prostíbulos) ni las casas de cortesanas. No juega ni bebe demasiado.

—También escuché sobre ello. Además, siempre hace espacio para pasar tiempo con su esposa sin saltearse ningún día.

Ana se rió incómodamente en la conversación que parecía estar rondando sobre él todo el tiempo. Por lo general , ella hubiera refutado diciendo que no es cierto, pero de hecho, lo que decían no  era incorrecto. Incluso aunque parezca irreal, Garcia es esa clase de hombre.

Sin embargo, en este punto, el ambiente se volvería más agradable si al menos mencionaba algo, aunque sea solo un pequeño defecto suyo. Hasta ahora, pareciera que es un hombre que se queda en casa. De hecho, tiene un pasatiempo especial. No se si se incluiría en tus valoraciones positivas.

—Oh, por favor, ¿qué es?

Ana bajó la voz un poco en broma y les dijo a las damas, que parecen más emocionadas que cuando las alababa. “La caza. Una vez al mes, por dos días seguidos, disfruta cazando todo el día sin pensar en volver ni un solo momento.”

— ¡Oh, Dios mío!

Cazar era una práctica aristocrática antigua, pero de alguna forma era una era un deporte aristocrático poco popular ahora que había pasado mucho tiempo desde el invento del motor a vapor y las pistolas. Polo, críquet, tenis y montar a caballo son los deportes considerados nobles en la sociedad actual. Incluso cuando se trata de cazar, solo la caza de zorros, en la que se usan sabuesos y perseguidores sin la necesidad de envolverse en un derramamiento de sangre, es visto como la forma digna del deporte.

Algunas personas de la región de Rollang que tienen un linaje fuerte murmuraban que el acto de disparar animales hasta la muerte con pistolas era barbárico y vulgar. Las damas que veneraban el perfume y los bailes sociales como si fuera una nueva religión no despreciaban abiertamente las actividades de ocio de los hombres, pero no las consideraban un pasatiempo deseable para los caballeros.

Y, como se esperaba, pestañearon sucesivamente como si estuvieran sorprendidas. De alguna manera, ofrecieron sus condolencias con una voz más fuerte.

—Oh Dios, debes estar molesta a veces.

—Pensar que un hombre que luce tan prolijo vuelve tarde a la noche, oliendo a sangre, me ha sorprendido un poco. Pero tendrás un tapado de zorro, un querido tocado y una alfombra de pelaje negro, así que no debes odiarlo.

Las mujeres estallaron en risas. Ana se rio en consecuencia. Se sintió mucho más cómoda, como después de tragar la comida. Pero, su sonrisa se transformó inmediatamente en vergüenza.

—No sabía que no te gustaban para nada mis pasatiempos.

Su gran mano presionó ligeramente su hombro, que estaba a punto de estremecerse ante el repentino susurro en su oído. Cabello plateado, una cara impecable y unos ojos dorados calmos que se parecían al atardecer del frío invierno. El marqués Tudo miro naturalmente desde atrás de su mujer, con un amable rostro, miro a las damas que se cubrían sus bocas  con los abanicos. Como todo un caballero, se disculpó por su rudeza.

—Me disculpo por interrumpir el tiempo de personas tan hermosas. Pero pienso que mi esposa no se siente muy bien, así que por favor discúlpenos un momento.

Las damas intercambiaron miradas como si estuvieran un poco avergonzadas. Luego asintieron sus cabezas en confusión. Pero mientras tanto, García ya había tomado la caja de las manos del sirviente y arrodillado sobre una pierna.

—¡Oh, Dios!

Se escuchó la pequeña exclamación que venía de algún lado.

Ana estaba ligeramente avergonzada, pero suspiro y saco su pie irritado. Después de haber sacado sus zapatos debajo del ligeramente voluminoso dobladillo de su pollera, se puso los cómodos zapatos que usualmente usaba en la mansión. Su esposo retiró sus manos cuidadosamente después de ayudarla y se paró.

Todos estaban mirando a la pareja. Un suspiro estaba a punto de salir de la boca de Ana otra vez. Cuando susurró un gracias, su marido respondió, “Es algo natural”.  Después la beso en el cachete y se fue. Fue un evento breve y conciso, parecido a pasar de página en un libro, aun así tuvo un gran impacto.

— ¡Oh, mi Dios, tan amable!

— ¿Qué importa si una persona como él da vueltas por todas partes en un bosque para cazar? Desearía que mi esposo hiciera algo como eso, aunque fuese solo un día.

Ana sonrió vagamente otra vez. Movió la punta de sus pies donde sus dedos la habían tocado brevemente. Definitivamente, se sentía más cómoda.

Respondiendo moderadamente, miró de reojo a su esposo, que estaba regresando al grupo de caballeros. Se unió a ellos fácilmente, aceptó el vaso, y ya estaba de vuelta discutiendo seriamente temas de negocios, como si hubiese olvidado lo que acababa de pasar.

Sus ojos dorados, que no se volvieron a mirarla como si estuviera concentrado en algo, eran como el sol, algo que ella sentía y veía todos los días, pero estaba muy lejos para alcanzarlo. Ana volvió su rostro hacia las damas, que resultaba estaban hablando con ella, y puso su usual sonrisa sobre sus labios.

Obviamente, ella sabe algunas cosas bastante bien porque es su esposa. Ana lo conoce mejor que nadie. Sus acciones, palabras, y regalos que les parecen románticos a otros y llenos de amor y sinceridad no son de hecho por ninguna razón especial.

Él simplemente le pagó a Ana con la idea de que era natural hacerlo porque ella era “su esposa». Incluso si hubiese tomado a alguien más en vez de Ana como su esposa, García se hubiera arrodillado sobre sus rodillas y cambiado los zapatos de otra dama con la misma mirada en sus ojos.

Ana sonrió lánguidamente, sintiéndose como una entre millones de cisnes escogida aleatoriamente dentro de un jardín elegante y majestuoso. Esta era la rutina pacífica que se le había otorgado.

Esposa.

Una voz baja sonó dentro del carruaje de vuelta a casa. Cuando Ana, que había estado mirando el pequeño folleto para damas, levantó su cabeza, García, que estaba sentado en frente revisando documentos entregados por su asistente, continuó.

Después de un breve saludo de miradas al entrar al carruaje, el viaje fue silencioso hasta que un montón de documentos fueron revisados. Los ojos de García todavía estaban leyendo las complejas oraciones del reporte. Ana silenciosamente observó a su marido.

—¿No te gusta que vaya a cazar?

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