Capítulo 1: Grieta (12)

Una sensación de confianza que se sentía incompleta a través de las paredes. Sólido pero hueco. Realmente no podía sentirse decepcionada o insatisfecha porque él era perfecto en todos los demás aspectos. Amable, considerado e incluso encantador. Todas estas virtudes hicieron que su amable relación fuera satisfactoria y completa, ya que ninguno de los dos exigía demasiado del otro.

Ana siempre lo había considerado parte de su forma de ser, asumiendo que él era inherentemente así. Siempre estaba rodeado de mucha gente, pero el mismo se mostró indiferente y elegantemente marco una línea sin ofender si alguien se sobrepasaba.

Se había llegado a preguntar si era un cínico cansado de las relaciones humanas o un arrogante, pero no era ninguna de las dos cosas. Era más parecido… a ser de un mundo diferente.

Era un hombre cuyos pensamientos eran difíciles de leer, como si estuvieran cubiertos por una niebla. Anaís no podía imaginar lo que había en las profundidades ocultas de García, a quien respetaba y confiaba profundamente, pero también pensaba que todos tenían sus secretos. Al mirarlo, de repente se preguntó como reaccionaria el si su primer amor reapareciera o si alguna vez había amado a alguien apasionadamente. La respuesta parecía obvia.

Probablemente, permanecería en silencio y luego preguntaría que debería hacer o, con una ligera sonrisa, le sugeriría que trabajaran juntos para mantener su honor. Era tan predecible que el mero pensamiento la hizo reír.

Después de haber vivido juntos durante algunos años después del matrimonio, Ana entendió un poco por qué García, como su prometido, había propuesto que no forzaran las emociones el uno sobre el otro. Él era alguien que no podía imaginarse abandonando su presente ordenado y sereno por algo tan profundo y e intenso como el amor. Eso lo Convirtió en un socio más confiable y una pareja en la que podía sostenerse. Aun así, en cuestiones de sentimientos y el corazón, se sentía como un extraño de una tierra lejana.

Tal vez incluso explicarle honestamente sus complejos sentimientos no haría que él entendiese. Era un asunto ya acordado en el pasado. Pero dudo en decirlo porque sentía que era inapropiado y vergonzoso exponer estos sentimientos a su marido.

Después de todo, el hecho de que la otra parte no sintiese nada no significaba que ella tampoco sintiese. Era un pasado que debía dejar atrás. Y la otra razón era…

— Ana, deberías dormir un poco.

Necesitaba descansar temprano para cumplir con el horario de mañana. La llevaron a la cama y las yemas de sus dedos se sintieron ligeramente frías mientras la abrazaba. Ana se estremeció ligeramente por el frío que toca sus orejas y se acurrucó más contra él. Él la envolvió en sus largos brazos como si fuese una telaraña.

Ana susurró débilmente:

— Buenas noches.

… Por alguna razón, sintió que confesarle sus pensamientos problemáticos sería un error irreversible.

— Buenas noches para ti también.

No podía entender por qué.

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ 

A la mañana se despertó, como si fuera una señal, con el cuerpo tenso por la anticipación. A punto de levantarse, Ana se detuvo al ver a García todavía dormido a su lado. Su sueño profundo y pacífico le pareció extraño, y se quedó mirándole durante un largo rato.

Su rostro, normalmente educado y distante mientras estaba despierto, parecía infinitamente gentil mientras dormía. Era extraño ver a un hombre tan maduro luciendo tan joven. Después de todo, todavía era un hombre joven, aún no cumplía los treinta años.

Cuidadosamente, le aparto el pelo de la frente. El tacto suave y el calor le hicieron cosquillas. Debió estar durmiendo profundamente, ya que todavía no habría los ojos, algo inusual en alguien tan sensible como él.

La suave luz de la mañana y su respiración tranquila calmaron su corazón inicialmente ansioso. Tumbada a su lado, mirándolo profundamente dormido, se sintió en paz. La paz que amaba.

“Pero… es muy apuesto”.

Pestañas densas, mejillas pálidas, labios rosados, etc. Parecía un ángel. Semejante perfección en apariencia y personalidad parecía irreal. Realmente se casó con un hombre de un cuanto de hadas. ¿A eso se debía su ocasional sentimiento de vacío? No, ella sabía que era algo más que eso.

Rozando suavemente su frente, sus ojos se encontraron cuando él despertó. A pesar de recién despertar, su mirada era clara. Ella sonrió suavemente y hablo primero:

— ¿Dormiste bien?

¿Es porque aún no se había despertado? Él no le respondió. Ella le besó ligeramente y se levantó, mientras la mirada rápida de él la seguía.

Ann, la criada, había preparado u desayuno sencillo. Parecía que García aún no se había despertado de su sueño, así que fue al baño a lavarse primero. Después de haberse lavado bien y regresar a la habitación, García ya estaba sentado en la silla, perdido en sus pensamientos.

Sus ojos, que acababan de abrirse, eran claros y brillantes. Debía de haberse lavado en su habitación, pues su cabello plateado estaba ligeramente húmedo. García la saludo mientras se acercaba.

— Buenos días, esposa.

Él le sonrió en silencio y le acerco la silla. El té negro caliente humeaba con un agradable aroma. Comenzaron su desayuno en cómodo silencio. Mientras disfrutaba de un bollo caliente, García, que leía el periódico, pregunto causalmente.

— ¿Es la exposición de arte lo único que tienes en tu agenda hoy?

Su brazo se detuvo en medio del aire. Después de terminar elegantemente su bocado y limpiarse la boca, ella respondió:

— Sí. ¿Hay algo que se requiera en la mansión?

— No.

Sus ojos dorados abandonaron el periódico y la miraron directamente. Su mirada iluminada por el sol se sintió penetrante.

— Solo preguntaba.

Su sonrisa era gentil, pero Ana le miro con curiosidad mientras él volvía su vista al periódico. En sus tres años de matrimonio, nunca hizo preguntas innecesarias. Casi nunca preguntaba por los horarios diarios mundanos. Si era necesario, preguntaba al mayordomo, y, si sus horarios se superponen, naturalmente se unían juntos.

Pasaron u rato agradable, respetando el espacio del otro y sin entrometerse innecesariamente. La mayoría de las familias nobles eran así, excepto su familia, los Dupon, que eran inusualmente afectuosos para ser nobleza.

Y ayer también le había preguntado de la nada sobre sus preferencias en la pintura. Incluso si fuera un capricho, no era propio de él hacerlo dos veces. Era muy poco característico de él. Parecía trivial, pero García era un hombre sin excepciones.

Considero preguntarle, pero decidió no hacerlo. Quizás solo quería actuar por impulso. Solo era un poco fuera de lugar. En lugar de eso decidió comenzar una conversación.

— También debes de estar ocupado hoy.

— No particularmente. Solo lo usual.

Respondió con sinceridad a su trivial pregunta.

Esperando esa respuesta, Ana tomo un sorbo de su té y disfruto de su fragancia. La hizo sentirse mejor. El sonido del periódico plegándose llego desde el otro lado de la mesa.

— Un vestido blanco, ¿eh? ¿No es un color que rara vez usas?

Ana dejó su té. Gracia tomó su taza y ella miró el vestido que había elegido para usar durante el día, sonriendo torpemente. Era un vestido color perla con un brillo sutil.

El vestido, adornado con perlas y ramilletes blancos, era precioso. Sin ninguna razón en particular, sus ojos se sintieron simplemente atraídos hacia él. Las criadas parecían un poco sorprendidas, indicando que rara vez ella elegía el blanco. Solía usarlo a menudo cuando era niña. ¿Desde cuándo cambio eso?

— ¿Lo notaste? Hace un buen clima, así que pensé en probar algo diferente.

El clima no tuvo nada que ver con eso. Ella se había decidido por ese vestido hacía días. ¿Hubo una razón en particular para elegirlo? Ah. Ana se dio cuenta de una verdad desagradable.

A menudo usaba vestidos blancos cuando era niña porque a Siasen le gustaban, y decía que era el color que mejor le sentaba. Pero dejo de usarlos después de comprometerse.

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