Capítulo 1: Grieta (7)

一 Estoy bien.

Justo cuando estaba a punto de decir algo sobre el niño, el cálido aliento del hombre descendió sobre sus labios. El inesperado y desconocido beso pronto se mezcló con suavidad y respeto en sus labios y su calidez, antes de separarse ligeramente.

Cuando Ana miró a García a los ojos, recuperó la compostura, pero su rostro todavía tenía un matiz rojo.

Sus ojos dorados, mirándola de cerca, estaban entrecerrados. Ella, como esposa que había vivido cerca de él, notó que estaba excitado. Sin embargo, su susurro era tierno.

一 Ana, no tienes que esforzarte.

Su mano segura le acarició el cabello y los hombros tensos con delicadeza. Era cuidadoso y delicado.

Su matrimonio siempre fue igualitario y respetuoso, como un noble pintoresco. Sin embargo, cuando él la trataba así de vez en cuando, Ana se sentía más como una prometida inmadura o como su hermana que como su esposa. Algo que él apreciaba, cuidaba y protegía en lugar de algo que él deseaba.

Ella dependía de él tanto mentalmente como lo respetaba, así que se sentía más contenta que triste. Tal vez se debió a que fue criada más por su padre que por su madre, quien falleció tempranamente.

Ana se preguntaba cuál era el problema, ya que él era un hombre que sería fiel a su familia, incluso la cuidaría como a una hermana, pero, a veces, sentía que eso estaba muy lejos del amor romántico.

Mientras su mano la acariciaba suavemente, sin querer llegar a su lóbulo de la oreja, Ana jadeó. Sorprendida, se cubrió la oreja por reflejo, pero cuando sus ojos se encontraron con los de García, bajó la mano con indiferencia. Sin embargo, la punta de su oreja le ardía.

Cuando tenían intimidad, la aspereza de su respiración y sus suaves susurros en su oído siempre la dejaban sin aliento. Luchaba por contener un gemido cuando él ocasionalmente le besaba el lóbulo de la oreja mientras le acariciaba el cuello.

Ana se dio cuenta un año después de casarse de que eso era lo que la gente llamaba zona erógena.

Sus relaciones amorosas siempre fueron suaves y tiernas. Ella se sintió querida y respetada. Este maravilloso esposo siempre la priorizó, incluso en la cama.

Por lo que había oído de otras casadas, muchos hombres se comportaban decentemente durante el día, pero eran rudos y egoístas con sus deseos por la noche. Pero García estaba lejos de eso.

Pensó que sería un poco aterrador que una persona tan elegante y digna se convirtiera de repente en una bestia con una apariencia tan pulcra. Ana se sintió aliviada al ver que era sobrio y educado.

Pensándolo bien, había pasado una semana desde su última intimidad. Ya era hora.

— No, está bien. No te preocupes por mí.

Ella también estaba excitada. Quería que la abrazara, ansiaba sentir seguridad. En realidad, estaba mentalmente agotada.

Cuando Ana tomó la iniciativa de acariciarle la mejilla y lo besó suavemente, García lo recibió con calma, para luego, lentamente, mezclar su lengua con la de ella. Aunque fue un movimiento lento, Ana sintió su excitación. Su mano, ahora más intensa, acarició su cuello y se deslizó hasta su cintura. Sus sentidos se agudizaron.

Mientras la mano de él la desvestía y ella lo desvestía a él, sus finos dedos rozaron su clavícula y su pecho, provocando que sus músculos se contrajeran momentáneamente. De repente, el beso se hizo más profundo y más agresivo.

¿Será porque bebió demasiado vino? Fue un día intensamente emocionante. Mientras yacían en la cama, semidesnudos, García, flotando sobre ella, le susurró con una leve sonrisa:

一 Hoy estás un poco diferente de lo habitual.

Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y le devolvió el beso.

一 Solo porque sí. Quería hacer esto hoy.

Los ojos dorados de García se oscurecieron mientras recibía con delicadeza sus caricias. De repente, se inclinó y le mordió la oreja, sobresaltando a Ana hasta el punto de hacerla estremecer. Se tapó la oreja y estaba a punto de decir algo, con lágrimas en los ojos cuando su cálido aliento le rozó el cuello.

Seguía siendo un beso suave y cariñoso, pero de alguna manera persistente. Su mano agarró su pecho, apretando y acariciando sus pezones, lo que le provocó un gemido involuntario. Los besos que siguieron fueron diferentes de los besos suaves y tiernos que conocía. El sonido húmedo y sorbente era descaradamente erótico.

Se sentía vulgar…

Como una bestia.

García besó brevemente su pecho enrojecido y luego acarició el cabello de su esposa, quien lo miró sorprendida. Ana no podía apartar la mirada de sus ojos dorados nublados. Pronto, él bajó la mirada, volviendo a su ternura habitual, besando su frente y sus labios.

Las manos de él acariciando su piel desnuda eran suaves y cosquilleantes. Cuando su mano se deslizó hacia la parte interna de sus muslos, su cintura se retorció. Se derritió en un placer suave y placentero. Cuando su expresión se volvió sensual, García la besó nuevamente en la frente.

Poco a poco volvieron a hacer el amor como siempre. Ana, sintiendo una extraña sensación de alivio, abrió tímidamente las piernas. Los dedos de García se abrieron paso con cautela, ampliando el camino. Mirándolo como una señal de que estaba lista, entrelazó sus dedos y la presionó hacia abajo.

Su torso se alzó frente a ella y se alineó. En esos momentos, ella todavía se sentía tímida y nerviosa.

La carne la penetró firme pero suavemente. La besó en silencio, con la boca abierta, entre sus gritos mudos. Durante un rato, hubo una repetición lenta y suave.

Mirando al techo, se sentía como un barco meciéndose suavemente en el río. El sonido de la respiración de su marido junto a su rostro, la sensación de su movimiento dentro y fuera, era vívida. Estaba en un estado de somnolencia, mitad placer, mitad sueño.

Al final, García la miró. Como un depredador escondido en la oscuridad, sus ojos dorados se intensificaron, luego se aclararon y se intensificaron nuevamente. Era una comparación inadecuada, pero él era como una bestia en las sombras.

Ana lo abrazó y lo besó impulsivamente. Normalmente, era pasiva, recibiendo tranquilamente sus caricias y placer, por lo que era raro que ella tomara la iniciativa. Pero él respondió con vigor, mezclando saliva y lenguas, y luego su actitud comenzó a cambiar.

Jadeando, Ana sintió que él le abría más una de las piernas y luego la presionaba con firmeza.

一 ¡Ah!

La penetración se hizo más profunda. García exhaló con fuerza, se retiró por completo antes de volver a embestir hasta el extremo. El ritmo era lento, pero profundo, como si estuviera plantando raíces. Cada vez que penetraba por completo, el vello de su cuerpo y su abdomen firme rozaban continuamente con su piel suave, y sus hermosos senos se frotaban contra su pecho firme.

Fue estimulante. Ana, excitada, jadeó, agarrándose del brazo mientras él la penetraba continuamente. Sus uñas se clavaron sin darse cuenta.

一 ¡Ah!

Arqueó el cuello ligeramente y el pequeño beso se dispersó.

El ritmo se aceleró un poco. Las embestidas y retiradas cortas fueron aumentando el placer hasta que, en un momento determinado, se volvió lento y profundo de nuevo, para luego detenerse de repente. Era el clímax. Ana tembló al sentir que su semilla se extendía profundamente en su interior.

Instintivamente, le rodeó el cuello con los brazos y hundió la cara en su hombro. Lo sintió más profundamente que nunca, como si fueran un solo cuerpo. Parecía que había pasado mucho tiempo.

La pareja, empapada en sudor, se miró y se dio un beso breve y fugaz. Ana se sintió somnolienta y aturdida. Vagamente, sintió que él se retiraba y la cubría tiernamente con una manta. Se acostó, abrazándola fuerte y ampliamente.

Como si hubiera cerrado con llave la puerta de su propia habitación, Ana sintió una extraña sensación de alivio.

A la mañana siguiente, cuando Ana se despertó, García ya se había ido. Contemplando el espacio vacío a su lado, disfrutó soñolienta del sol de la mañana.

García era un hombre ocupado y diligente, por lo que rara vez pasaban tiempo juntos en el dormitorio hasta el desayuno después de una noche juntos. Incluso si él quería, quienes lo rodeaban no se lo permitían. Esto le recordó su primera noche.

***

A pesar de la máxima consideración de García, cuando se despertó, su cuerpo le dolía por los músculos y sentía dolor en lugares embarazosos. Estaba completamente agotada.

Al darse cuenta de que todavía estaba amaneciendo y que debía volver a dormir, notó el espacio vacío a su lado. Se sentía vacío, como un hueco en su corazón. 

***

Incluso si este era un matrimonio sin amor, ¿No debería haber permanecido a su lado después de su primera noche? Ella reflexionó sobre la amargura, acostumbrándose a ella cuando una voz suave habló.

一 ¿Estás despierta?

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