Capítulo 1: Grieta (9).

—Gracias por su preocupación.

Su expresión rígida y la conversación sobre la familia eran la inconfundible presión de una suegra por tener un heredero. Sin embargo, Ana leyó la verdadera preocupación en su mirada dulce y palabras suaves.

Madame Denian era elegante y a la vez aguda en la alta sociedad, por lo que a menudo se la malinterpretaba como estricta. Pero realmente se preocupaba y apreciaba a García, el cabeza de familia y también el único compañero de Ana.

En el fondo, Ana tendía a prestar atención y seguir sus consejos, aunque nunca lo admitiera abiertamente.

De hecho, la recomendación de la señora Denian de que tuvieran hijos fue más bien una advertencia, considerando el ambiente y las conversaciones actuales dentro de la familia.

La familia Tudor llevaba mucho tiempo bajo el control de García. Sin embargo, muchos parientes todavía querían entrometerse, sobre todo porque todavía no había heredero y el cabeza de familia era joven. Seguir su consejo de tener un heredero era la forma más rápida y segura de acallar cualquier indiscreción. Una vez que hubiera un heredero, no habría motivos para interferir.

Como decía García, los Tudor son una familia difícil de proteger, dada su historia y magnitud.

-Esta vez, los limones de nuestra finca maduraron bien. Pruébalos en tu té. Te quedará delicioso.

-Oh, gracias.

Ana sonrió al recibir un pequeño frasco delicadamente empaquetado, sin duda preparado a mano por la propia señora. Desde que se comprometieron, la señora Denian, preocupada por las frecuentes enfermedades menores de Ana, le enviaba todos los años diversas hierbas y tés que eran buenos para los dolores de cabeza.

Teniendo en cuenta sus manos y pies fríos, este té de frutas debe haber sido seleccionado solo con las frutas más maduras.

Volvió a expresar su gratitud a la señora, cuyos ojos eran cálidos pero cuya expresión era impasible. Ana envidiaba a García. Si alguien como ella hubiera estado a su lado, ni siquiera habría sentido la ausencia de su madre.

La señora Denian, tocando la mano de Ana, frunció ligeramente el ceño.

—Has perdido peso. ¿El jefe de familia está afuera aunque tú no te encuentres bien?

—No se enoje, señora. Estuvo conmigo todo el día de ayer

Respondió con suavidad al tono de desaprobación. No eran palabras vacías. Era verdad. A pesar de su apretada agenda, García cuidaba personalmente de su esposa.

La señora Denian suspiró.

—Me preocupa tu frágil salud.

—Solo la Señora y García me tratan como si fuera frágil.

García tendía a sobreproteger su salud y la consideraba frágil. Pensándolo bien, tenía sentido. La había visto sufrir mareos durante los viajes en carruaje y había desarrollado fiebre leve y migrañas por el estrés. Sin embargo, ella no era tan débil. Era solo que a menudo le mostraba su lado vulnerable.

—Aun así, no es lo suficientemente bueno. Ten un hijo pronto mientras eres joven. Será mejor para ti. De esa manera, tu cuerpo se recuperará más rápido y tendrás menos de qué preocuparte. Eres joven y la relación entre ustedes dos es buena, así que ¿qué hay de malo en eso? También harás callar a esos viejos codiciosos.

Finalmente, volviendo a su insistencia, la señora Denian suspiró de nuevo y miró hacia abajo, disculpándose si sus palabras habían sido groseras. Ana negó con la cabeza. Tener un heredero era el deber del jefe y señora de la familia. Ella solo estaba afirmando lo obvio. Ana también había estado pensando que era hora de esforzarse más.

Después de pensarlo un momento, habló:

—¿Se habla mucho de esto en la familia? García nunca me cuenta esas cosas.

García nunca hizo que su esposa se preocupara por cosas innecesarias más de lo necesario. Gracias a esto, ella se adaptó sin problemas cuando entró por primera vez a la familia y no enfrentó ninguna hostilidad.

Con un jefe de familia que no toleraba intromisiones en su autoridad y mostraba un apoyo absoluto a su esposa, incluso las madamas influyentes trataban a la joven amante con cautela. Ana le estuvo eternamente agradecida por ello, pero también significó que nadie le hablaba mal, lo que trajo consecuencias no deseadas.

Fue como si García hubiera construido un muro de cristal alrededor de Ana, manteniéndola alejada de asuntos problemáticos y dibujando una línea invisible entre ella y los miembros de la familia y los suegros.

Incluso las hermanas de García parecieron mostrarse cautelosas con ella desde el principio. Charlotte, la cuñada más joven, conocida por su fuerte personalidad, no fue la excepción.

***

—¿Eres tú quien se casará con nuestro hermano?

Cuando conoció a Charlotte en la sala de espera de la novia el día de su boda, Charlotte miró a Ana con atención y luego murmuró: 

—Simplemente, tenía curiosidad… por ver qué tipo de persona eras.

Luego se fue sin decir nada más.

Ana no podía comprender la emoción reflejada en sus ojos color calabaza, la única característica que compartía con García.

***

Ana intentó acercarse tomando el té de vez en cuando con sus cuñadas. Sin embargo, Eliza, la mayor, obedecía demasiado a la esposa de su hermano y Charlotte, que parecía incómoda, se marchaba de repente. Al final, ambas se casaron, lo que hizo que sus encuentros fueran aún más raros.

Eliza ya era mayor de edad, pero el matrimonio de Charlotte fue relativamente temprano. A los diecinueve años, podría haber disfrutado de más tiempo en casa antes de casarse.

Considerando la personalidad de García, fue sorprendente, pero Ana asumió que Charlotte debía estar profundamente enamorada de su futuro esposo.

La señora Denian se detuvo un momento.

—Después de todo, todo sigue la voluntad del cabeza de familia. Aunque haya quejas, no pueden encontrar defectos y se dedican a otras cosas. Son gente tonta que no sabe nada. Deberían saber que no deben molestar a Anaís…

Se quedó en silencio y luego dejó de hablar. Sacudió la cabeza como si hubiera dicho algo innecesario y colocó su mano arrugada sobre Ana.

—No debería haber dicho eso. El patriarca siempre está ahí para su esposa, así que no hay de qué preocuparse. Lo mismo ocurre con el niño. Lo que más importa es que los dos seáis felices. Creo que me preocupé innecesariamente.

—Señora.

—Estoy agradecida de que le hayas traído felicidad. Eso es todo lo que me importa.

Ana sabía que hablaba con el corazón. Madame Denian había expresado el mismo sentimiento varias veces antes, a la muchacha comprometida con un hombre que era como un hijo para ella, a la novia recién casada e incluso cuando todavía era una marquesa inexperta.

Pero ¿no era natural que un hombre tan perfecto como García tuviera una esposa elegante y capaz? Ella no estaba haciendo nada extraordinario. Pasar un solo día con García lo dejaría claro.

Pero ella sonrió y asintió:

—Gracias.

Después de que Madame Denian se fue, Ana pensó seriamente en cómo discutir el tema de un heredero con García. Pero no evitaron compartir cama excepto los días necesarios, por lo que ella negó con la cabeza, no queriendo agregar presión innecesaria.

No quería cargar a alguien que ya llevaba una pesada carga de responsabilidad y deberes en su cama matrimonial. Su relación íntima, aunque no estaba llena de pasión, era su propio lenguaje secreto y conexión en el dormitorio. Era su momento más íntimo.

Cuando lo miró a los ojos, que la miraban con atención y se entrecruzaban, se sintió más cerca que nunca de su marido. No quería apagar esa atmósfera a menos que fuera absolutamente necesario.

Perdida en sus pensamientos, se dio cuenta del té de frutas que había dejado la señora Denian.

—An, trae un poco de agua caliente.

Puso el té de frutas en el agua caliente, disfrutó del cálido aroma y tomó un sorbo. El dulce y fragante sabor permaneció en su garganta, extendiendo el calor por todo su cuerpo.

Ana bebió el té continuamente, procesando los documentos amontonados, luego miró las nuevas cartas e invitaciones traídas por An. Examinó cuidadosamente las cartas de bienestar de su familia y las invitaciones a la fiesta, y luego su mano se detuvo.

“La exposición del pintor del sol, Siguin Noel.”

Recordó haber oído ayer de boca del comerciante de arte que su obra se había vendido por un precio elevado en una subasta. Ganar el Salón de la Academia y las subastas eran las mejores formas de dar a conocer el nombre de un pintor, por lo que era justo decir que ahora estaba en ascenso.

“Con el patrocinio adecuado, recomendaciones y columnas de críticos respetados…”

Mientras Ana reflexionaba sobre el camino al éxito de Siguin, de repente soltó una risa amarga. ¿Qué era esto? ¿Al menos había recibido una compensación mental tardía?

Pero ella le deseaba sinceramente la felicidad, que olvidara el pasado y se alzara como un gran artista. Tenía talento y méritos suficientes para eso, tanto en el pasado como ahora.

“La fecha de la exposición es dentro de 15 días.”

Ana hizo una pausa mientras leía las palabras de la invitación.

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